jueves, 24 de diciembre de 2015

45 películas consagradas para recomendar a tus amigos del Opus Dei

Pope Sixtus IV appoints Bartolomeo Platina prefect of the Vatican Library (Melozzo da Forlí)
En 1995, para conmemorar el centenario del cine, el papa Juan Pablo II junto a una asamblea pontificia elaboró una lista de las que consideraron las películas más importantes de la Historia. Según palabras del santo padre, con este gesto el Vaticano pretendió aprovechar el poder de la industria cinematográfica para influir en las actitudes de las personas y de la opinión pública a través de todos los medios sociales y culturales. La lista se compone de 45 películas repartidas en tres categorías: «Valores», «Religión» y «Arte».
Este virtuoso catálogo, llamado por la curia simplemente «Some Important Films», fue recopilado por doce estudiosos del cine, bajo la supervisión del arzobispo John Foley, presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales. Analizando todas las seleccionadas podemos ver como algunas son bastante predecibles, evidentemente la mayoría de las de la categoría de «religión» como Ben–Hur, Ordet o Un hombre para la eternidad, pero otras son quizá más sorprendentes. Por ejemplo, la obra de Piere Paolo PasoliniEl Evangelio según San Mateo presenta una crítica marxista del cristianismo, como si el director italiano quisiera evaporar los 2000 años de fe y tradición cristianas para reescribir de nuevo los textos sagrados. En la sección de «arte» encontramos 2001: Una odisea en el espacio. El filme de Stanley Kubrick tiene su base en la idea de la evolución humana —contraria al creacionismo— y en la vida extraterrestre. Una visión del mundo que al católico más extremo le cuesta aceptar. Además de los mencionados Kubrick y Pasolini, otros directores que aparecen en la lista tampoco tuvieron buena relación con el clero como Luis Buñuel o Federico Fellini, del mismo modo que muchas películas de las elegidas estuvieron censuradas por la propia Iglesia en muchos países durante décadas.
De todas formas, la comisión papal al reconocer los méritos de estas películas no aprobó todo lo que contienen, es decir, son conscientes de que, como en cualquier otra obra artística humana, rara vez se alcanza la perfección, por lo tanto es el espectador el que debe pensar de forma crítica y diferenciar lo bueno de lo malo. Así, las películas que aparecen en «arte» no lo hacen por sus reflexiones religiosas o morales sino que fueron incluidas porque de una manera u otra eran puntos de referencia en la historia de la cinematografía. Es en definitiva un grupo interesante de películas, siempre recomendables —venga de quien venga la recomendación—, que sin duda podríamos encontrar en un 95% de recopilaciones sobre «Las mejores películas de la historia» o «Las 132,5 películas que tienes que ver antes de embarcarte en el Titanic».
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Infalibilidad pontificia
Los mil millones de católicos del mundo estuvieron de enhorabuena esa fecha ya que debido a la conocida infalibilidad pontificia del papa, éste está preservado de cometer errores. Las discusiones cinéfilas de después de la eucaristía del domingo se simplificaron. Los creyentes ya no tenían que recurrir a las enojosas clasificaciones anuales del AFI, la Empire Magazine, la Rolling Stone, etc. para conocer cuáles eran las películas de la hostia. Después de los diez mandamientos y los siete sacramentos tenían, por fin, la revelación de las 45 películas definitivas y verdaderas. Hoy en día, claro, tanto el ateo como el religioso cuentan con un crítico de peso como Cristóbal Montoro, por lo que es comprensible que esto nos parezca tremendamente baladí.
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Lista completa
Valores:
Gandhi – Richard Attenborough (1982, UK/USA/India)
Intolerancia – D. W. Griffith (1916, USA)
Decálogo (TV) – Krzysztof Kieslowski (1987, Polonia)
Adiós, muchachos (Au revoir les enfants) – Louis Malle (1987, Francia)
Dersu Uzala – Akira Kurosawa (1974, Japón)
El árbol de los zuecos (L’albero degli zoccoli) – Ermanno Olmi (1978, Italia/Francia)
Roma, ciudad abierta (Roma, città aperta) – Roberto Rossellini (1946, Italia)
Fresas salvajes (Smultronstället) – Ingmar Bergman (1957, Suecia)
El séptimo sello (Det sjunde inseglet) – Ingmar Bergman (1957, Suecia)
Carros de fuego – Hugh Hudson (1981, UK)
Ladrón de bicicletas (Ladri di biciclette) – Vittorio de Sica (1948, Italia)
Qué bello es vivir – Frank Capra (1946, USA)
La lista de Schindler – Steven Spielberg (1993, USA)
La ley del silencio (On the Waterfront) – Elia Kazan (1954, USA)
El arpa birmana (Biruma No Tategoto) – Kon Ichikawa (1956, Japón)

Religión:
Andrei Rublev – Andrei Tarkovsky (1969, URSS)
La Misión – Roland Joffé (1986, UK)
La pasión de Juana de Arco (La passion de Jeanne d’Arc) –
Carl T. Dreyer (1928, Francia)
Vida y Pasión de Jesucristo (La vie et la passion de Jésus Christ) – Ferdinand Zecca and Lucien Nonguet (1903, Francia)
Francisco, juglar de Dios (Francesco, giullare di Dio) – Roberto Rossellini (1950, Italia)
El evangelio según San Mateo (Il vangelo secondo Matteo) – Pier Paolo Pasolini (1964, Francia/Italia)
Thérèse – Alain Cavalier (1986, Francia)
Ordet (The Word) – Carl T. Dreyer (1955, Dinamarca)
Sacrificio (Offret) – Andrei Tarkowsky (1986, Suecia/UK/Francia)
Francesco – Liliana Cavani (1989, Italia/Alemania)
Ben-Hur – William Wyler (1959, USA)
El festín de Babette (Babettes gæstebud) – Gabriel Axel (1987, Dinamarca)
Nazarín – Luis Buñuel (1958, Mexico)
Monsieur Vincent – Maurice Cloche (1947, Francia)
Un hombre para la eternidad (A Man for All Seasons) – Fred Zinnemann (1966, UK)

Arte:
2001: A Space Odyssey – Stanley Kubrick (1968, UK/USA)
La Strada – Federico Fellini (1954, Italia)
Ciudadano Kane – Orson Welles (1941, USA)
Metrópolis – Fritz Lang (1927, Alemania)
Tiempos modernos (Modern Times) – Charlie Chaplin (1936, USA)
Napoleón – Abel Gance (1927, Italia)
8½ – Federico Fellini (1963, Italia)
La gran ilusión (La grande illusion) – Jean Renoir (1937, Francia)
Nosferatu – F. W. Murnau (1922, Alemania)
La diligencia (Stagecoach) – John Ford (1939, USA)
El gatopardo (Il Gattopardo) – Luchino Visconti (1963, Italia/Francia)
Fantasía – (1940, USA)
El mago de Oz (The Wizard of Oz) – Victor Fleming (1939, USA)
Oro en barras (The Lavender Hill Mob) – Charles Crichton (1951, UK)
Mujercitas (Little Women) – George Cukor (1933, USA)


(Publicado originalmente en Transgrediendo.com)

Alfred Jarry, 'Patafísico


Buenos días, estamos en el día 4 de Pedal del año 140 del calendario patafísico, hoy es San Miguelito idealista y qué mejor manera de empezar la jornada y leer este texto que con un poco de absenta, nuestro revólver y un paseo en bicicleta. Esta es la historia de Alfred Jarry, un escritor francés de finales del siglo XIX que atrajo a los artistas vanguardistas de la época y que, sin saberlo, plantó la semilla de uno de los movimientos filosóficos más disparatados del siglo XX.
Alfred Jarry nació el 8 de septiembre de 1873 en Laval, en los Países del Loira al noroeste de Francia. Considerado uno de los precursores de los dadaístas y surrealistas obtuvo un increíble éxito con su drama Ubú rey, estrenado en 1896 en el teatro L’Oeuvre (París). Concebido inicialmente como un espectáculo de marionetas Ubú rey hoy en día se estudia como uno de los antecesores directos del teatro del absurdo. El protagonista Ubú, es una caricatura grotesca de la codicia, cobardía y crueldad burguesas, en cuyas acciones se advierte una parodia de las convenciones del teatro heroico universal, desde Sófocles a Shakespeare. En 1900 apareció Ubú encadenado, que presenta al personaje convertido en esclavo y comportándose con la misma brutalidad que cuando era monarca. A partir de Ubú rey, Jarry empezó a identificarse con su propio personaje, dando prioridad al placer antes que a la realidad. Adoptó su forma de hablar pedante y su personalidad. Pescaba en el Sena y recorría París con dos revólveres descargados en el cinturón con los que apuntaba a artistas e intelectuales que no eran de su agrado.
La Larousse nos dice que completan su producción obras en verso y prosa, de fondo siempre anárquico y a ratos enigmático, entre los que destacan César Anticristo (1895),Los minutos de arena: memorial (1894), El amor absoluto (1899), El supermacho (1902) y Hechos y dichos del doctor Faustroll. Patafísico (publicado en 1911 pero escrito en 1898). Esta última es una novela “neocientífica” en la que todo lo que se cuenta desafía las leyes naturales que se presuponen. El protagonista es un ciudadano nacido con 63 años, edad que mantendrá toda su vida, que se ve sometido a un desahucio por el impago de su alquiler. Su imaginación convierte su cama en un barco fantástico en el que viaja profundizando en la ‘patafísica. En su itinerario el enigmático doctor conoce al gran mono Bosse-de-Nage, el país de encajes, el bosque de amor… hasta que atraca en Dios, codificado en una fórmula paradójica y sólo en apariencia trascendente: “Dios es el punto tangente de Cero y el Infinito”. El resto de sus artículos fueron recogidos póstumamente en La candela verde (1969). Alfred Jarry muere de tuberculosis alcohólico y arruinado en su Laval natal el 1 de noviembre de 1907. Como último deseo pide a sus amigos un mondadientes.
Hechos y dichos del doctor Faustroll. Patafísico
A raíz de Hechos y dichos del doctor Faustroll. Patafísico, los amigos y seguidores de Jarry quisieron fundar la ‘Patafísica (con apóstrofo), ciencia burlesca de “las soluciones imaginarias”, destinada a estudiar “las leyes que regulan excepciones”. La palabra ‘patafísica es una contracción de “epí ta metá ta physiká“, es decir, lo que está alrededor de lo que está más allá de la física. La ‘patafísica difiere del consentimiento universal y lo considera un prejuicio incomprensible. Por ejemplo, ¿por qué todos afirmamos que la forma de un reloj es circular?, lo cual, razonan los patafísicos, es totalmente falso, ya que, si se ve de perfil es una figura rectangular o elíptica al verla de tres cuartos. ¿Por qué no apreciamos su forma más que en el momento de mirar la hora? Seguramente bajo el pretexto de la utilidad. Lo mismo ocurre con la imagen que tenemos de una casa, si le pedimos a un niño que nos dibuje una casa la dibujará cuadrada, vista desde la fachada, y esto evidentemente no tiene sentido alguno; si hacemos un ejercicio de memoria visual resulta extraño, porque excepto que se vea un edificio aislado a cierta distancia una casa nunca es cuadrada o rectangular, de hecho en una calle las fachadas se ven como trapecios oblicuos.
La ciencia actual se fundamenta en el principio de inducción: la mayor parte de las personas (a veces científicos) presencian algún fenómeno preceder o seguir a algún otro, y concluyen que todo fue y será siempre así. La comunidad científica para exponer y confirmar sus teorías emplea con sus diferentes tipologías una serie de prácticas ratificadas como válidas que denomina método científico. La ‘patafísica  dice que esto no es exacto más que la mayor parte de las veces, que depende del punto de vista y está simplificado por comodidad. En lugar de enunciar la ley de gravedad de la caída de los cuerpos hacia un centro, la patafísica prefiere la ascensión del vacío hacia la periferia, considerando al vacío como la unidad de no-densidad. Es una ciencia (o una no-ciencia) centrada en lo particular, pues considera al epifenómeno (lo que se añade a un fenómeno) un accidente, por más que se afirme que sólo hay una ciencia de lo general.
Pero antes o después nos preguntaremos ¿para qué sirve entonces la ´patafísica? La respuesta es que para nada. Precisamente la patafísica es, entre otras cosas, la explicación aplicada de la inutilidad, real o imaginaria. Y quizá sea precisamente en ese aspecto donde reside la belleza de esta ciencia y filosofía. La patafísica es creación a partir de otra creación, lenguaje hecho de retazos; e impregnada en el resto de la obra literaria de Jarry y sus sucesores.
La ´patafísica es pues la forma de observar el mundo desde una perspectiva totalmente opuesta al del resto de mortales, haciendo de la excepción la norma, de lo vulgar lo extraordinario, y de lo extraordinario la regla. De esta forma leer un periódico, ir a trabajar en coche, o simplemente charlar, adquieren unas trazas únicas, todo pierde su lógica pero gana un nuevo sentido. La realidad se empareja con la ficción y la distancia que separa la locura de la genialidad se transforma más que nunca en una línea muy fina. En definitiva se trata de dudar de todo aquello que nos han transmitido culturalmente y explicarlo por cuenta propia incluso si la explicación choca contra el sentido común. Así, usar zapatos iguales es una completa excentricidad para el patafísico, un gato azul es el más insustancial de los animales, no ir despeinado es una apuesta estética insólita, los camellos son árboles frutales en el oeste de África, las normas de ortografía exigen escribir selva en verdesangre en rojo y limón en amarillo o las olas de un mar embravecido son causadas por el aleteo de los peces. La imaginación es la clave de todo, es la pastilla roja indispensable para entrar en el mundo patafísico y ver hasta donde llega la madriguera de conejos.
El Colegio patafísico
En 1948, en honor a Alfred Jarry y a modo de burla de los colegios profesionales o las academias de las artes reales, Mélanie Le Plumet, J-H Sainmont y Oktav Vodka  fundaron en París el Colegio patafísico que se define a sí mismo como una “sociedad docta e inútil dedicada al estudio de las soluciones imaginarias”. La organización se dedica a difundir la ‘patafísica, y otorga títulos insólitos a sus miembros (“sátrapa”, “proveedor”, “regente”, “enfiteuta”, etc.). El Colegio cuenta con departamentos o comisiones que a su vez tienen organismos internos que los amparan. Algunas de estas subcomisiones son: “La subcomisión de soluciones imaginarias”, “la subcomisión de las ciencias inexactas”, “la subcomisión de las pirámides y los poliedros” o “la subcomisión de las leyes que regulan excepciones”, etc. La ciencia ‘patafísica también dispone, por supuesto, de su propio calendario, una cronología de los hechos que difiere del calendario vulgar, comienza el día del nacimiento de Jarry (8 de septiembre de 1873) y como todos los viernes tienen que ser trece está formado por 13 meses de 28 o 29 días cada uno para que cuadre.
En todo el mundo aparecieron colegios patafísicos siguiendo el modelo parisino, en España hay dos en Valencia (“Institut Independent d’Estudis Patafísics del País Valencià” y “Otro Ilustre Colegio Oficial de la Pataphysica”) y uno en Granada (“Institutum Pataphysicum Granatensis”); en Argentina cuentan con dos  muy importantes en latinoamérica (“Novísimo instituto de altos estudios patafísicos de Buenos Aires” y “Templo Patafísico de Mar del Plata”); entre otros en Inglaterra, Italia, México o Colombia. Este movimiento cultural tuvo socios tan ilustres como Joan Miró, Marcel Duchamp, Umberto Eco, Eugéne Ionesco, Fernando Arrabal o Jean Dubuffet. Además lo citaron Los Beatles en Abbey Road y tiene múltiples influencias en Julio Cortázar en su conocida obra La vuelta al día en 80 mundos.
Tras la muerte de muchos miembros a finales de 1974 el Colegio patafísico de París decide pasar a un segundo plano y ocultarse de la vida pública por un tiempo indefinido. Esta etapa se llamó “Periodo de Ocultación”. Sin embargo, el legado de su trabajo y el vacío que dejó en la historia esta decisión, motivaron a muchos personajes, en diversos lugares del mundo, a intentar despertar la institución. El 20 de abril del 2000 ( el 1 de palotín del 127, y San Cocodrilo por cierto) se celebra la “Desocultación” del Colegio. Siguiendo con la esencia de la sociedad este hecho se pretendió celebrar con una gran exposición de “Agujeros, Nadas y Espejismos”, que evidentemente nadie pudo encontrar. Además se eligió por “Presidente Transitoriamente Perpetuo” a Lutembi, un cocodrilo del lago Victoria. Actualmente se desconoce su estado, tras 13 años sin noticias todo hace pensar que Lutembi murió, sin embargo el colegio se niega a reconocer su muerte.
El movimiento patafísico prioriza la imaginación a la razón, atiza la realidad como una gran broma intelectual, con un orden cronológico propio y una organización, más que secreta, intangible, al servicio de los actos inútiles. Lo insólito, lo sorprendente y lo impensable, están por todas partes si uno entrena el ojo patafísico para hallar en el viaje personal lo excepcional en lo vulgar.

(Publicado originalmente en Transgrediendo.com)