Buenos días, estamos en el día 4 de Pedal del año 140 del calendario patafísico, hoy es San Miguelito idealista y qué mejor manera de empezar la jornada y leer este texto que con un poco de absenta, nuestro revólver y un paseo en bicicleta. Esta es la historia de Alfred Jarry, un escritor francés de finales del siglo XIX que atrajo a los artistas vanguardistas de la época y que, sin saberlo, plantó la semilla de uno de los movimientos filosóficos más disparatados del siglo XX.
Alfred Jarry nació el 8 de septiembre de 1873 en Laval, en los Países del Loira al noroeste de Francia. Considerado uno de los precursores de los dadaístas y surrealistas obtuvo un increíble éxito con su drama Ubú rey, estrenado en 1896 en el teatro L’Oeuvre (París). Concebido inicialmente como un espectáculo de marionetas Ubú rey hoy en día se estudia como uno de los antecesores directos del teatro del absurdo. El protagonista Ubú, es una caricatura grotesca de la codicia, cobardía y crueldad burguesas, en cuyas acciones se advierte una parodia de las convenciones del teatro heroico universal, desde Sófocles a Shakespeare. En 1900 apareció Ubú encadenado, que presenta al personaje convertido en esclavo y comportándose con la misma brutalidad que cuando era monarca. A partir de Ubú rey, Jarry empezó a identificarse con su propio personaje, dando prioridad al placer antes que a la realidad. Adoptó su forma de hablar pedante y su personalidad. Pescaba en el Sena y recorría París con dos revólveres descargados en el cinturón con los que apuntaba a artistas e intelectuales que no eran de su agrado.
La Larousse nos dice que completan su producción obras en verso y prosa, de fondo siempre anárquico y a ratos enigmático, entre los que destacan César Anticristo (1895),Los minutos de arena: memorial (1894), El amor absoluto (1899), El supermacho (1902) y Hechos y dichos del doctor Faustroll. Patafísico (publicado en 1911 pero escrito en 1898). Esta última es una novela “neocientífica” en la que todo lo que se cuenta desafía las leyes naturales que se presuponen. El protagonista es un ciudadano nacido con 63 años, edad que mantendrá toda su vida, que se ve sometido a un desahucio por el impago de su alquiler. Su imaginación convierte su cama en un barco fantástico en el que viaja profundizando en la ‘patafísica. En su itinerario el enigmático doctor conoce al gran mono Bosse-de-Nage, el país de encajes, el bosque de amor… hasta que atraca en Dios, codificado en una fórmula paradójica y sólo en apariencia trascendente: “Dios es el punto tangente de Cero y el Infinito”. El resto de sus artículos fueron recogidos póstumamente en La candela verde (1969). Alfred Jarry muere de tuberculosis alcohólico y arruinado en su Laval natal el 1 de noviembre de 1907. Como último deseo pide a sus amigos un mondadientes.
Hechos y dichos del doctor Faustroll. Patafísico
A raíz de Hechos y dichos del doctor Faustroll. Patafísico, los amigos y seguidores de Jarry quisieron fundar la ‘Patafísica (con apóstrofo), ciencia burlesca de “las soluciones imaginarias”, destinada a estudiar “las leyes que regulan excepciones”. La palabra ‘patafísica es una contracción de “epí ta metá ta physiká“, es decir, lo que está alrededor de lo que está más allá de la física. La ‘patafísica difiere del consentimiento universal y lo considera un prejuicio incomprensible. Por ejemplo, ¿por qué todos afirmamos que la forma de un reloj es circular?, lo cual, razonan los patafísicos, es totalmente falso, ya que, si se ve de perfil es una figura rectangular o elíptica al verla de tres cuartos. ¿Por qué no apreciamos su forma más que en el momento de mirar la hora? Seguramente bajo el pretexto de la utilidad. Lo mismo ocurre con la imagen que tenemos de una casa, si le pedimos a un niño que nos dibuje una casa la dibujará cuadrada, vista desde la fachada, y esto evidentemente no tiene sentido alguno; si hacemos un ejercicio de memoria visual resulta extraño, porque excepto que se vea un edificio aislado a cierta distancia una casa nunca es cuadrada o rectangular, de hecho en una calle las fachadas se ven como trapecios oblicuos.
La ciencia actual se fundamenta en el principio de inducción: la mayor parte de las personas (a veces científicos) presencian algún fenómeno preceder o seguir a algún otro, y concluyen que todo fue y será siempre así. La comunidad científica para exponer y confirmar sus teorías emplea con sus diferentes tipologías una serie de prácticas ratificadas como válidas que denomina método científico. La ‘patafísica dice que esto no es exacto más que la mayor parte de las veces, que depende del punto de vista y está simplificado por comodidad. En lugar de enunciar la ley de gravedad de la caída de los cuerpos hacia un centro, la patafísica prefiere la ascensión del vacío hacia la periferia, considerando al vacío como la unidad de no-densidad. Es una ciencia (o una no-ciencia) centrada en lo particular, pues considera al epifenómeno (lo que se añade a un fenómeno) un accidente, por más que se afirme que sólo hay una ciencia de lo general.
Pero antes o después nos preguntaremos ¿para qué sirve entonces la ´patafísica? La respuesta es que para nada. Precisamente la patafísica es, entre otras cosas, la explicación aplicada de la inutilidad, real o imaginaria. Y quizá sea precisamente en ese aspecto donde reside la belleza de esta ciencia y filosofía. La patafísica es creación a partir de otra creación, lenguaje hecho de retazos; e impregnada en el resto de la obra literaria de Jarry y sus sucesores.
La ´patafísica es pues la forma de observar el mundo desde una perspectiva totalmente opuesta al del resto de mortales, haciendo de la excepción la norma, de lo vulgar lo extraordinario, y de lo extraordinario la regla. De esta forma leer un periódico, ir a trabajar en coche, o simplemente charlar, adquieren unas trazas únicas, todo pierde su lógica pero gana un nuevo sentido. La realidad se empareja con la ficción y la distancia que separa la locura de la genialidad se transforma más que nunca en una línea muy fina. En definitiva se trata de dudar de todo aquello que nos han transmitido culturalmente y explicarlo por cuenta propia incluso si la explicación choca contra el sentido común. Así, usar zapatos iguales es una completa excentricidad para el patafísico, un gato azul es el más insustancial de los animales, no ir despeinado es una apuesta estética insólita, los camellos son árboles frutales en el oeste de África, las normas de ortografía exigen escribir selva en verde, sangre en rojo y limón en amarillo o las olas de un mar embravecido son causadas por el aleteo de los peces. La imaginación es la clave de todo, es la pastilla roja indispensable para entrar en el mundo patafísico y ver hasta donde llega la madriguera de conejos.
El Colegio patafísico
En 1948, en honor a Alfred Jarry y a modo de burla de los colegios profesionales o las academias de las artes reales, Mélanie Le Plumet, J-H Sainmont y Oktav Vodka fundaron en París el Colegio patafísico que se define a sí mismo como una “sociedad docta e inútil dedicada al estudio de las soluciones imaginarias”. La organización se dedica a difundir la ‘patafísica, y otorga títulos insólitos a sus miembros (“sátrapa”, “proveedor”, “regente”, “enfiteuta”, etc.). El Colegio cuenta con departamentos o comisiones que a su vez tienen organismos internos que los amparan. Algunas de estas subcomisiones son: “La subcomisión de soluciones imaginarias”, “la subcomisión de las ciencias inexactas”, “la subcomisión de las pirámides y los poliedros” o “la subcomisión de las leyes que regulan excepciones”, etc. La ciencia ‘patafísica también dispone, por supuesto, de su propio calendario, una cronología de los hechos que difiere del calendario vulgar, comienza el día del nacimiento de Jarry (8 de septiembre de 1873) y como todos los viernes tienen que ser trece está formado por 13 meses de 28 o 29 días cada uno para que cuadre.
En todo el mundo aparecieron colegios patafísicos siguiendo el modelo parisino, en España hay dos en Valencia (“Institut Independent d’Estudis Patafísics del País Valencià” y “Otro Ilustre Colegio Oficial de la Pataphysica”) y uno en Granada (“Institutum Pataphysicum Granatensis”); en Argentina cuentan con dos muy importantes en latinoamérica (“Novísimo instituto de altos estudios patafísicos de Buenos Aires” y “Templo Patafísico de Mar del Plata”); entre otros en Inglaterra, Italia, México o Colombia. Este movimiento cultural tuvo socios tan ilustres como Joan Miró, Marcel Duchamp, Umberto Eco, Eugéne Ionesco, Fernando Arrabal o Jean Dubuffet. Además lo citaron Los Beatles en Abbey Road y tiene múltiples influencias en Julio Cortázar en su conocida obra La vuelta al día en 80 mundos.
Tras la muerte de muchos miembros a finales de 1974 el Colegio patafísico de París decide pasar a un segundo plano y ocultarse de la vida pública por un tiempo indefinido. Esta etapa se llamó “Periodo de Ocultación”. Sin embargo, el legado de su trabajo y el vacío que dejó en la historia esta decisión, motivaron a muchos personajes, en diversos lugares del mundo, a intentar despertar la institución. El 20 de abril del 2000 ( el 1 de palotín del 127, y San Cocodrilo por cierto) se celebra la “Desocultación” del Colegio. Siguiendo con la esencia de la sociedad este hecho se pretendió celebrar con una gran exposición de “Agujeros, Nadas y Espejismos”, que evidentemente nadie pudo encontrar. Además se eligió por “Presidente Transitoriamente Perpetuo” a Lutembi, un cocodrilo del lago Victoria. Actualmente se desconoce su estado, tras 13 años sin noticias todo hace pensar que Lutembi murió, sin embargo el colegio se niega a reconocer su muerte.
El movimiento patafísico prioriza la imaginación a la razón, atiza la realidad como una gran broma intelectual, con un orden cronológico propio y una organización, más que secreta, intangible, al servicio de los actos inútiles. Lo insólito, lo sorprendente y lo impensable, están por todas partes si uno entrena el ojo patafísico para hallar en el viaje personal lo excepcional en lo vulgar.
(Publicado originalmente en Transgrediendo.com)
(Publicado originalmente en Transgrediendo.com)